-No te alejes, quédate dónde pueda verte
La madre con solo una mirada profunda, directa y precisa le respondió sin palabras.
Pasaron los años y al final, mantenerse cerca, en lo seguro, en lo que ella conocía, era rutina diaria, ya no sentia la misma curiosidad por lo que se encontraba a distancia, su hambre por conocer y explorar el mundo había sido saciada con pan de excusas y agua de peligros inventados.
A eso de las 6 se sentaba en lo alto de una colina a ver el sol ocultarse en el horizonte y a pesar de que su ancla hecha de miedos la seguia a todas partes y enterraba las vagas ideas de partir fijaba su mirada en los pájaros que volaban por todo lo alto y una sensación de infinito renacía en su mirada.
En las noches, se sentaba en la fogata a escuchar historias de unos pocos que se habían atrevido a abandonar aquel pequeño pueblo, a veces en busca de sus sueños otra veces simplememte para romper la monotonía.
Varios días pasarón y lo que comenzó como una idea irealista de partir empezó a convertirse en un deseo ambicioso que poco a poco oxidaba las cadenas que la ataban a aquel lugar.
Viajar, conocer, ver más allá de lo que muchos ven, aventrurase hacia lo diferente, romper en pedacitos la monotonía y sacar del vocabulario la rutina…que tentador sonaba todo eso, podia sentir el viento que la impulsaba a tomar el riesgo, y al mismo tiempo el miedo y la duda cortarle el rostro. Sin embargo mientras mas lo pensaba más lo queria y lo necesitaba.
El sol se empezaba a decender, la brisa se hacia mas cortante y fría mientras que una tranquilidad disfrazada cubría el lugar. Se podía escuchar su corazón palpitar, sus manos estaban sudorosas y un enjambre de mariposas hacían fiesta en su estómago, las emociones se encontraban mientras la adrenalina corría por sus venas, es ahora o nunca, pensó.
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